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quinta-feira, maio 29, 2008

O “fatalismo” não é fonte de vocações

Igreja Católica tenta superar discurso da crise com apelos à criatividade, evitando o fatalismo no discurso e na acção sobre este tema
A Igreja Católica em Portugal deve procurar superar um “certo fatalismo” que se apoderou do discurso sempre que o tema é o das vocações. O apelo à criatividade evitando o fatalismo é absolutamente necessário para que possam surgir novas vocações.

Nós sabemos que “muitas das dificuldades actuais passam pela dificuldade de fazer escolhas simples, as pessoas não são capazes de escolher ou então escolher egoisticamente, não atendendo ao elemento fundamental numa opção vocacional, que é determinar-se em função do outro”.
“Coisas simples como o acolhimento, o exercício da caridade, a reflexão, o acompanhamento espiritual” devem ser potenciados e desenvolvidos para permitir uma “educação vocacional”.

Amanhã rezamos pela santidade daqueles que aceitaram o caminho do sacerdócio. Esta cadeia de oração mundial é certamente algo muito importante para que os sacerdotes encontrem na força de Deus o apoio para serem felizes.
Já agora os resultados do inquérito é interessante (74 votos):

Qual o elemento mais favorável à vocação sacerdotal?

  • padres que testemunham a felicidade de o serem - 33 (44%);
  • familia com fé profunda - 17 (22%);
  • a capacidade da pessoa em aceitar o desafio dos grandes ideiais - 16 (21%);
  • comunidades que estimam e estimulam o seus sacerdotes - 7 (9%);
  • o apreço dos meios de comunicação social - 1 (1%).

1 comentário:

  1. Cardeal Martini pede a reforma da Igreja. Deixo aqui alguns pontos de um artigo do jornal El Pais de 25 de Maio 2008

    El influyente cardenal defiende el debate sobre el celibato y la ordenación de mujeres y reclama una apertura del Vaticano en materia de sexo.

    "La Iglesia debe tener el valor de reformarse". Ésta es la idea fuerza del cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927), uno de los grandes eclesiásticos contemporáneos. el cardenal le pide a la Iglesia católica "ideas" para discutir hasta la posibilidad de ordenar a viri probati (hombres casados, pero de probada fe), y a mujeres. También reclama una encíclica que termine con las prohibiciones de la Humanae Vitae, emitida por Pablo VI en 1968 con severas censuras en materia de sexo.

    El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán) y papable. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965. Ahora vuelve a la actualidad porque se publica en Alemania (por la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual del gran pensador. Lo firma Georg Sporschill, también jesuita.

    Sin tapujos, lo que reclama Martini a las autoridades del Vaticano es coraje para reformarse y cambios concretos, por ejemplo, en las políticas del sexo, un asunto que siempre desata los nervios y las iras en los papas desde que son solteros.

    El celibato, sostiene Martini, debe ser una vocación porque "quizás no todos tienen el carisma". Espera, además, la autorización del preservativo. Y ni siquiera le asusta un debate sobre el sacerdocio negado a las mujeres porque "encomendar cada vez más parroquias a un párroco o importar sacerdotes del extranjero no es una solución". Le recuerda al Vaticano que en el Nuevo Testamento había diaconesas.

    Son varios los periódicos europeos que ya se han hecho eco de la publicación de Coloquios nocturnos en Jerusalén, subrayando la exhortación del cardenal a no alejarse del Concilio Vaticano II y a no tener miedo de "confrontarse con los jóvenes".

    Precisamente, sobre el sexo entre jóvenes, Martini pide no derrochar relaciones y emociones, aprendiendo a conservar lo mejor para la unión matrimonial. Y rompe los tabúes de Pablo VI, Juan Pablo II y el papa actual, Joseph Ratzinger. Dice: "Por desgracia, la encíclica Humanae Vitae ha tenido consecuencias negativas. Pablo VI evitó de forma consciente el problema a los padres conciliares. Quiso asumir la responsabilidad de decidir a propósito de los anticonceptivos. Esta soledad en la decisión no ha sido, a largo plazo, una premisa positiva para tratar los temas de la sexualidad y de la familia".

    El cardenal pide una "nueva mirada" al asunto, cuarenta años después del concilio. Quien dirige la Iglesia hoy puede "indicar una vía mejor que la propuesta por la Humanae Vitae", sostiene.

    Sobre la homosexualidad, el cardenal dice con sutileza: "Entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos".

    Martini aparece en el libro con toda su personalidad a cuestas, de una curiosidad intelectual sin límites. Hasta el punto de reconocer que cuando era obispo le preguntaba a Dios: "¿Por qué no nos ofreces mejores ideas? ¿Por qué no nos haces más fuertes en el amor y más valientes para afrontar los problemas actuales? ¿Por qué tenemos tan pocos curas?"

    Hoy, retirado y enfermo -acaba de dejar Jerusalén, donde vivía dedicado a estudiar los textos sagrados, para ser atendido por médicos en Italia-, se limita a "pedir a Dios" que no le abandone.

    Desde Jerusalén la vida se ve de otra manera, sobre todo las parafernalias de Roma. Martini lo cuenta así: "Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia".

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